Para un antropólogo resulta muy complejo opinar sobre fenómenos sociales a los que empíricamente no ha analizado. No obstante podemos esbozar hipótesis que, por supuesto, luego deben ser cotejadas con la realidad.
A continuación, propondré algunos disparadores que pueden ayudarnos a pensar la “práctica de sacralización” del cuerpo de la joven estudiante Paulina Lebbos.
Los actores sociales somos permanentes buscadores de respuestas; necesitamos comprender la realidad que nos rodea, acercarla para integrarla a nuestra cotidianeidad. Para ello, elaboramos explicaciones que parten de aquellos esquemas de interpretación y de valores que hemos adquirido e internalizado en nuestras familias, entorno y comunidad.
La muerte y lo trágico pueden constituir alguno de esos fenómenos, cuya cercanía nos inquieta. Por eso se vuelve imperioso, en muchos casos, darle un lugar, una explicación que nos permita hacerlos parte de nuestras vidas. La religión y la esfera de lo sagrado se erigen como formas conocidas de integrar lo que nos preocupa a nuestra vida diaria.
En este sentido, el sociólogo Fortunato Mallimaci junto a su equipo realizó una investigación sobre las creencias religiosas en la Argentina. El estudio arrojó datos que muestran que la sociedad argentina es altamente creyente: advierte que nueve de cada 10 de las personas entrevistadas creen en Dios. Además, la región donde se observa mayor grado de creencia es el NOA, con un 98,4%. De este último porcentaje, un 91,7% se define como católico.
Vemos así la fuerte impronta y arraigo que tiene la religión en nuestra sociedad. Es un marco de sentido culturalmente compartido, una práctica social extendida, ampliamente conocida y aceptada, desde la cual los agentes pueden organizar y reinterpretar sus experiencias cotidianas.
Es por ello que me atrevo a pensar que las personas del pueblo de Tapia han optado por incluir a Paulina y su trágica muerte en el plano de lo sagrado.
En síntesis, podemos especular que múltiples costumbres y prácticas cotidianas entran así en sintonía y se conjugan en el acto de creer en Paulina y sus capacidades de influir en sus vidas: el respeto y el culto a los muertos, la posibilidad de resignificar positivamente la violencia, y la creencia en Dios y lo espiritual como un plano frecuente, donde es posible situar los problemas de cada día, entre otros.